Algarrobos para cuidar el suelo

Para algunos pueblos indígenas el algarrobo estaba vinculado con la vida y la fertilidad porque, en épocas de grandes sequías, era el único alimento de los animales. En la actualidad, los agrónomos y ecólogos lo vinculamos también con la fertilidad del suelo y la recuperación de ambientes degradados. En este post te contamos el inmenso trabajo que se hace en nuestro país para mejorarlos y adaptarlos a los ambientes que los necesitan.


¿De quién hablamos cuando decimos algarrobo?

Algarrobo es una palabra de origen persa que significa literalmente “quijada de burro”. Es usada para referirse, indistintamente, a la especie Ceratonia siliqua distribuida ampliamente en la zona del Mediterráneo y a las especies americanas del género Prosopis, todas de la familia leguminosa.

Los algarrobos del género Prosopis son árboles o arbustos espinosos nativos del centro-norte de nuestro país. Prosperan en suelos áridos, por lo cual constituyen un valioso recurso para la forestación de áreas con deficiencias hídricas o la recuperación de suelos degradados. Su madera dura es apreciada en la industria de la construcción, sirven como forraje en sistemas agropecuarios silvopastoriles permitiendo aumentar la cantidad de animales por hectárea en épocas de escasez de pastizales y aumentan la cantidad de nitrógeno del suelo al asociarse con bacterias fijadoras del elemento. Además, al desprender sus hojas incorporan materia orgánica al suelo, mejorando la penetración y almacenamiento del agua de lluvia.


Del bosque nativo al vivero

Algunos de los principales problemas para el cultivo del algarrobo son la generación de híbridos y la calidad de la semilla. En el género Prosopis las diferentes especies pueden cruzarse naturalmente entre sí generando híbridos interespecífcios, lo que dificulta la selección de las “especies puras” por un lado y por otro no todas las semillas provenientes de un árbol excepcional darán plantines similares. Esto ocurre porque hay mucha variabilidad genética, materia prima para la selección natural, que conduce a la segregación o producción de semillas genéticamente diferentes. 

Para tener semillas uniformes (genéticamente hablando) en el INTA recolectan frutos de algarrobo de las zonas donde crecen naturalmente y han desarrollado un protocolo para la transformación de algarrobales nativos en rodales semilleros. Una vez establecido el “algarrobo tipo” que se busca para cada zona, se eliminan los árboles que no se ajustan a él y se establece el rodal semillero.


¿Sabías que…?

- Un rodal es una comunidad de árboles del bosque, los cuales son generalmente uniformes en composición, tamaño, edad o condición de especies y son manejados como una sola unidad.
- Este protocolo elaborado por INTA forma parte de un anexo de la Resolución INASE 374/14 que establece las normas para la certificación de algarrobo de categoría seleccionada.



Dime de dónde vienes y te diré dónde te adaptarás

Para evaluar el comportamiento de los mejores ejemplares seleccionados se realizan ensayos donde se prueban en diferentes ambientes, para facilitar la decisión de plantación con el material más adecuado para cada sitio de forestación. Se evalúan tanto los padres como los hijos (progenies) para poder ajustar también los criterios de selección en futuras generaciones. En estas evaluaciones se realizan estudios ecofisiológicos y genéticos con la ayuda de marcadores moleculares para determinar, de manera temprana, caracteres de selección tanto para la adaptación a ambientes con estrés como para la producción de madera y forraje.


Un diálogo fluido entre plantas y bacterias

Los algarrobos son leguminosas (parientes de la soja, el maní o el poroto) que tienen la capacidad de asociarse con bacterias del suelo (rizobios) para fijar nitrógeno atmosférico y usarlo para su crecimiento y desarrollo. El diálogo molecular entre las plantas y las bacterias comienza cuando las raíces liberan compuestos orgánicos que atraen a los rizobios, luego produce otros compuestos que los inducen a formar nódulos en la raíz. Esto permite que los rizobios que viven en el interior del nódulo fijen el nitrógeno del aire y lo transforman en amonio, que es la forma en que las plantas lo asimilan como nutriente. 

Así como uno elige a sus amigos, las especies de rizobios eligen su Prosopis; es decir que son específicas para cada especie, por lo cual es indispensable conocer las combinaciones más eficientes que permitirán la mejor adaptación de las plantas. En INTA se caracterizan e investigan las rizobacterias nativas de las zonas donde crecen los algarrobos para seleccionar las mejores y probarlas como inoculantes en condiciones de vivero; donde se evalúa su efecto en el crecimiento, sanidad y vigor de las plántulas. También se presta atención a la tolerancia al estrés hídrico producida por esta asociación simbiótica.


Innovación, sustentabilidad y trabajo

El Centro de Investigaciones Agropecuarias (CIAP) del INTA genera conocimientos y tecnologías para ayudar al gobierno de Córdoba a cumplir con el Plan Provincial Agroforestal (Ley 10.467), evaluando y mejorando genéticamente algarrobos para forestar los distintos ambientes de la provincia, especialmente aquellos que han estado afectados por incendios u otros factores de degradación. Los plantines mejorados y rusticados en sus viveros son inoculados con rizobacterias específicas para contribuir con el aporte de nitrógeno al suelo. Para el llenado de las macetas que los contienen se asoció con la ONG La Morera a través del Proyecto Flor de Laburo que capacita y brinda trabajo a personas en condiciones de vulnerabilidad.

En conjunto se genera innovación que abre fuentes de trabajo y contribuye con la sustentabilidad ambiental de la provincia.

En este video podrás saber un poco más sobre el proyecto https://www.youtube.com/watch?v=kCG4Nm2bQ-8

 

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